Antes de comenzar me gustaría aclarar que este post sigue una línea muy diferente a mi estilo habitual. Si no me equivoco, éste es el primer artículo de opinión que escribo en el blog y vaya por delante que las ideas que aquí se reflejan son únicamente eso, mis ideas.

Leía el otro día un artículo de Marina en el que criticaba el papel de algunos pedagogos y cómo nos perdemos entre tantas teorías para que luego todo siga igual. En gran parte puedo estar de acuerdo con él, pero creo que también es necesario mirar el otro lado.

 

Pedagogos de otro mundo

Soy un pedagogo de esos atípicos. De esos que tiene que responder constantemente a la pregunta «¿y qué hace un pedagogo en una empresa?».

Siempre he tenido muy claro que lo que me interesa es la formación continua, intentar conseguir que las personas tomen conciencia de que no es suficiente con estudiar una carrera, un máster y ponerse a trabajar toda la vida.

Lo he enfocado desde muchas perspectivas: aprendizaje en entornos informales, motivación, ritmos de vida, teorías del aprendizaje, tecnología… y la conclusión es que no entiendo nada.

 

Vivimos en un mundo cambiante

Suena típico, pero te reto a algo: ¿guardas algún libro de tu etapa escolar? Échale un vistazo, mira cómo estaban delimitados los países, mira lo que sabíamos del Universo, investiga cómo se trataban ciertas enfermedades… Te sorprenderás de las cosas que aprendiste en su momento y que hoy no tendrían ningún sentido.

El protocolo de actuación que aprendiste en su momento, en un mes seguramente será revisado y cambiará. Ese producto que se utilizaba en construcción puede que haya sido prohibido o sustituido por otro con mejores propiedades. Es posible, incluso, que mañana tu profesión no exista o que tu trabajo lo haga una máquina.

Leía un mensaje en Linkedin de mi colega Jordi Pizarro en el que mostraba su cabreo al comprobar que en este país no se le da el suficiente valor al aprendizaje constante.

Algunas empresas no ven esto como una necesidad o como una inversión para ser más competitivos o para reducir riesgos, sino que lo perciben como un gasto. Y es que la formación, como todo en esta vida, cuesta dinero. ¿Cuánto cuesta no formar a las personas con este panorama?

Pero no quiero quedarme aquí. Hay empresas que esto lo tienen muy claro y se esfuerzan al máximo por crear planes de formación a medida.

 

¿Queremos aprender?

Hoy estaba analizando los informes de participación de los empleados en la formación de una de las empresas que está utilizando Snackson para potenciar sus procesos de enseñanza-aprendizaje. La participación ha sido del 50 %. Es cierto que la mitad que participó lo hizo muy activamente, viendo todos los contenidos y dedicando unos minutos a responder correctamente las preguntas.

¡Hurra por ellos!

Pero es que el otro 50 % ni tan siquiera hizo el esfuerzo por acceder a la aplicación. Un proceso que os puedo asegurar que no requiere más de 1 minuto de tiempo. Y entonces llega el momento en que el usuario se pone en contacto contigo y te suelta un argumento que no te puede dejar indiferente:

«No voy a instalarme eso en mi teléfono. Que me pongan un teléfono de empresa».

Tengo que reconocer que el argumento me dejó helado. Es necesario recalcar en este punto que para utilizar Snackson no se pide a la persona ningún dato personal, no se utiliza su número de teléfono para nada. Simplemente accede introduciendo su email corporativo.

Debe ser eso tan trillado de la brecha digital y que con mis 27 años veo las cosas de otra forma. Si mañana mi jefe me sugiriera utilizar un teléfono de empresa le diría que se ha vuelto loco. ¿En serio? ¿Llevar encima dos teléfonos? Doy por hecho que en mi calendario habrá tanto cuestiones personales, como profesionales. Y es que en mi vida personal también entra el trabajo. A las 5 tengo una reunión y a las 7 tengo que estar en el dentista. Me opongo a tener que consultar dos dispositivos para acordarme.

Podemos llamarle fenómeno BYOD, ubiquidad… yo simplemente pienso que es algo lógico y práctico. Pero parece que no es así para todo el mundo.

Algunas personas se oponen a utilizar su propio dispositivo para aprender, como si el conocimiento que pudieran adquirir no fuera algo para ellos, para su propio beneficio y crecimiento personal.

Pero no creo que el móvil sea el problema. Estoy convencido que este mismo usuario hubiera encontrado cualquier excusa para otro tipo de formación. Y es que aquí, sin analizar en profundidad, atisbo un problema de interés y voluntad. La formación sigue siendo vista por algunas personas como una obligación, no como una oportunidad, una inversión o un enriquecimiento intelectual y personal.

Tal vez el problema sea algo más profundo…

Entiendo las dificultades técnicas (versiones, sistema operativo…) que determinado sector de la población pueda tener. Se hace todo lo posible por ayudar y mitigar estos contratiempos. Para algunas personas aprender desde el móvil todavía es algo raro, pero es que el mero proceso de instalación y acceso ya debería suponer un aprendizaje para ellas.

En un mundo que tiende a centralizar todos los trámites vía internet, a la banca online y a los pagos por NFC, no aceptar el cambio puede convertirlos en los nuevos analfabetos.

Recuerdo que mi padre me contaba que hace años la nómina no era mensual ni se recibía como una transferencia en el banco. Era un sobre que su superior le daba en mano cada semana. Cuando todo se centralizó en la cuenta corriente, muchos no tenían ni una cuenta corriente. Hoy nos parecería imposible gestionar esto como antaño. ¿No nos puede estar pasando lo mismo?

Pienso que enfocar el problema de la educación en una sola dirección es un error. No creo que se pueda culpar directamente a los pedagogos, a las empresas ni a los usuarios. En un proceso formativo o educativo intervienen muchos agentes. Los más visibles y habituales son la figura del docente y la del estudiante, pero también tenemos que tener en cuenta la organización, la política, los recursos disponibles, el contexto social…

Deberíamos parar por un momento y analizar qué está pasando. ¿Es una cuestión de educación en su dimensión más global? ¿Un problema de acomodamiento por parte de algunas personas que no han desarrollado un interés de superación y de aprendizaje? ¿Un mal planteamiento de los procesos educativos?

Son muchas preguntas y me temo que no tendrán una respuesta clara y directa.

4 Comments

  1. Fran Iglesias

    Hola. Me parece interesante tu reflexión. Mi punto de vista coincide en que es un tema complejo y con muchos factores.

    No siempre es un problema de resistencia al cambio. A veces es un problema de dar demasiadas cosas por supuestas por parte de quienes organizan la formación.

    Sí que digo desde ahora que el problema de enfrentarse a las herramientas necesarias para poder acceder a la propia formación es importante. No hablo de personas que se nieguen a usar las tecnologías, sino de personas que siendo usuarias se ven desbordadas.

    A veces olvidamos que una nueva aplicación o incluso una nueva página web supone aprender a manejar una nueva interfaz, nuevos conceptos, nuevos métodos, interpretar una lógica que no siempre es explicitada por un diseño que no siempre usa las convenciones más adecuadas.

    Por otro lado, lo que comentas del teléfono es una anécdota o quizá un síntoma. ¿Y si esta formación se percibe como «invasiva» de mi propio espacio? ¿Por qué asumimos que el participante de una formación se va a sentir cómodo con la metodología online? ¿Y si quien recibe la formación está deseando recibirla, pero no de esa forma?

    En mi caso, después de haber realizado un master online en la UNED sobre educación digital (y no soy sospechoso de ser anti-tic o anti-formación) te digo que me lo pensaría muy mucho antes de optar por una nueva formación online.

    Y estos días, que compañeros de mi empresa están haciendo cursos online, puedo ver un montón de factores que los desaniman, desde el manejo de la plataforma hasta cuestiones de contenido en las que se mezclan el objeto de la formación con el uso de diversas herramientas tic.

    En fin. Gracias por el texto.

    • Juan Carlos Sánchez Aparicio

      ¡Hola Fran!

      Muchas gracias por tu aportación.

      Muy interesante tu enfoque. Aunque creo que separas dos ideas que para mí sí que están relacionadas: resistencia al cambio y aprender a manejar un nuevo sistema con una nueva lógica.

      Las metodologías tienden a adaptarse a las demandas. Cerca de un 70 % dice que no tiene suficiente tiempo para formarse y que la formación debería ser más directa. Seguro que hay más maneras, pero la tecnología ubicua parece una buena opción.

      Entiendo tu reticencia a la formación e-learning después de tus malas experiencias -créeme que sé de qué hablas-, pero no podemos juzgar toda una modalidad de enseñanza-aprendizaje por eso. Del mismo modo que no podemos decir que la formación presencial es ineficaz por las experiencias con malos profesores durante la etapa escolar. Como bien dices, intervienen multitud de factores en este desánimo y es lo que me lleva a la conclusión del artículo: no sé nada 😀

      Saludos.

  2. Consigue el 100% de participación de tus usuarios con Snackson

    […] no accede a la formación en línea. Mi compañero Juan Carlos expresaba su opinión en el post: ¿Dónde está el problema de la educación? que te invito a […]

  3. El miedo a aprender - Snackson

    […] que soy pedagogo y puedo analizar la sensatez de la decisión, la primera réplica que lanzo cuando al acabar el […]

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